martes, 13 de noviembre de 2018

Evolución del sueño: ¿de verdad duerme del tirón? - Parte 2

En un post que escribí en junio sobre la evolución del sueño de Lu, un niño que en sus comienzos se despertaba 10 veces (contadas) y después de bastante tiempo evolucionó a 7 despertares y después de meses a 5, hasta que con dos años consigió despertarse una o dos veces e incluso alguna noche no se despertaba.

En ese momento yo estaba desconcertada (pero ¡tan feliz!). Pensaba que Lu, con lo que me había demostrado iba a estar despertándose tres veces cada noche hasta los tres años por lo menos. Pero de repente, coincidiendo primero con el cambio a su habitación y después (con algún lloro por parte de él) que fuera su padre quien le atendiese por la noche, comenzó a dormir durante muchas más horas seguidas y con un sueño mucho más profundo.

Han pasado casi seis meses desde entonces y la situación sigue igual. Es decir, la mitad de los días de la semana se despierta una vez (en raras ocasiones dos) y la otra mitad duerme del tirón. Yo soy feliz con eso. Me conformo con despertarme una o dos veces por la noche 3 o 4 veces a la semana.

Me conformo con verle dormido como un tronco. Nunca antes fue así. Lu, en cuanto le tocabas un brazo o te movías, abría los ojos. Ahora se duerme en el carro o algún día en el sofá en la siesta y podemos cogerle en brazos, llevarle en la cama y dejarlo tumbado sin ningún movimiento por su parte. Parece mentira, pero esto me alucina. Que le quites los zapatos o el abrigo si vienes de un paseo en el carro y no se inmute. Que pase una ambulacia y ni si quiera pegue un gruñido.

Nunca entendí, en mi caso, la frase "duerme como un bebé". En mi caso, ahora podría entender "duerme como un niño pequeño".

lunes, 17 de septiembre de 2018

Comienzo del último año en la escuela infantil: nueva adaptación

Se puede decir que Lu ha tenido suerte. No ha sido un niño que comenzó a ir a la guadería con 4 o 5 meses. Afortunadamente, el trabajo de su madre y de su padre, y especialmente la baja maternal en Chile, permite que el bebé no se incopore hasta los 7 meses a la escuela intantil.

Personalmente considero una aberración que un bebé de 4 o 5 meses, que apenas ve, que tiene infinidad de necesidades afectivas, sensoriales, etc. tenga que ir a una guadería durante 5 u 8 horas, separado de su familia. Aún con 7 meses Lu me parecía muy pequeño para dejarle en la guardería, ¿qué va a hacer tantas horas un bebé que no gatea, que no juega, que necesita estar en contacto con otras personas continuamente? ¿cómo le van a atender si además de a él, tienen que atender a otros 10 niños? me preguntaba.

Entre los 7 meses y 1 año y tres meses, Lu estuvo yendo a la escuela infantil durante cuatro horas. Después se lo alargamos a 6 horas porque nuestras necesidades laborales cambiaron y ya no podíamos estar intercambiándonos su padre y yo para atenderle en horario fuera de "oficina". Y finalmente con dos años, nos preguntamos ¿por qué no le llevamos ya 8 horas y así podemos aprovechar más el tiempo, ahora que ya es más mayor y camina, habla, e interactúa con otros? Y así lo hicimos.

En ese sentido, Murcia nos ha facilitado mucho las cosas. En nuestra ciudad natal, Madrid, hubiera tenido que ir de un principio 8 horas, como van prácticamente todos los niños de la capital, porque solo con el transporte de ir y volver a la guadería, bien sea desde casa o desde el trabajo, pierdes como mínimo una hora de tiempo.


Este curso es el último en la escuela infantil. Decidimos cambiarlo de escuela por varias razones. Principalmente, porque donde estuvo el año pasado estaba lejos y se nos hacía duro ir y volver todos los días andando, especialmente en verano con el calor que hace en Murcia; y la otra razón de peso fue encontrar una guadería con un patio mucho mayor y donde salían todos los días al menos una hora a jugar. Lu es un niño de calle y es una cuestión que nos parece fundamental.

Hace ya una semana que empezó y lo que no nos esperabamos es que le costase tanto la adaptación. Cuando fuimos en julio nos dieron un horario para que el niño fuese primero pocas horas y después ir ampliando conforme a sus necesidades (tal y como lo hicimos el año pasado). Durante todo el verano estuvimos hablándole de su nuevo "cole", de su nueva seño, etc... pero cada vez que le deja su padre en la puerta de clase se pone a llorar o se queda melancólico. El primer día lloraba a moco tendido y decía "mamá, mamá, mamá", y el efecto contagio de otros niños agarrados a sus padres o también llorando sin parar es muy efectivo. Despues de dos meses y medio de vacaciones con nosotros y el resto de la familia, suponía que era normal, pero esperaba que para estas fechas, siendo él tan sociable y ya "mayor", ya se quedase en la guadería tranquilo.

La seño nos dice que luego está contento, que juega, interviene en las actividades, come bien, etc. Pero por las mañanas, nos dice: "no quiero ir al cole". Y ayer también nos dijo que quería ir al "otro cole" (el del año pasado).

Parece ser que la adaptación no termina. Ya ha experimentado tres guaderías diferentes: una en Chile y dos en Murcia. Y el próximo año, nuevo cambio, porque entra en el colegio.

La imagen, sacada de internet.

jueves, 23 de agosto de 2018

La patrulla dulces

No es que seamos anti-dulces, pero intentamos que Lu coma lo mínimo posible. En casa no hay galletas y muy pocas veces hay alguna magdalena. Por supuesto, no hay zumos, ni coca-cola ni otras bebidas azucaradas (esto último porque no nos gustan). Nos hemos adaptado porque antes nosotros comíamos más azúcar que ahora con Lu.

Creemos que es positivo, pues ya le dan galletas en la escuela infantil, y aún peor, zumos de bote. Así pues intentamos reducirlo al máximo en casa. Pero en las "calles" existe una patrulla dulce, que reparte azúcar por doquier.

Hemos venido a ver a parte de la familia y nada más entrar por las diferentes puertas siempre aparece un dulce típico, unos caramelos, galletas, chocolates, helados... "tenemos Yogur de vainilla" (toma naturales sin azúcar, gracias), "¿le pongo azúcar en la leche o colacao?" (no, la toma sola).

En casa no hay dulces, pero cuando se los dan tampoco nos ponemos en su contra. O si salimos a una terraza y los amigos toman helado, él también; o si tomamos flan de postre, él también. Son ocasiones extraordinarias.

Está claro que dar azúcar a los niños está instaurado en el imaginario y hacer colectivo. Si vas a la frutería, no le dan una mandarina, le dan un caramelo sabor mandarina. Si vas a la panadería, no le ofrecen un currusco de pan, le dan una galleta; sales de la peluquería con una piruleta; vas a ver una iglesia y el cura le da un chupa chus. Y nunca preguntan antes de dárselo. Además a todos les hace gracia ver cómo se come la galleta en un pispas y pide "otra otra otra". ¿Por qué hace gracia que un bebé de un año pruebe unas natillas y no hace gracia que pruebe unas lentejas?

Cuando era más pequeño, siempre podías decir, "es muy pequeño para tomar eso", pero ahora es complicado, él ya sabe lo que es y ya recuerda todo. Así que imagino que la cosa irá a más.

El potencial de la patrulla dulces llega aún más lejos, llenando cuentos y dibujos, donde sus personajes parece que se alimentan a galletas y tartas pero en muy pocas ocasiones aparecen comiéndose un plato de judias verdes o una raja de sandía.

En la foto, Lu probando su primera pirueta que le dieron al salir de la peluquería. Se la comió entera.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Tiempo libre ¿eso qué era? Dependencia

Ya son dos años y unos pocos meses en los que no me separo de Lu. Realmente me gustaría poder tener un día entero para mi o con noche incluida ¿por qué no? Yo sola o con mi marido.

Pero cuando uno se traslada a vivir a otro lugar, el círculo familiar y de amigos, desaparece, y por lo tanto, no puedes delegar el cuidado del bebé (ya niño) en alguien para "librar" unas horas o ese ansiado día entero.

Nuestra rutina consiste en ir a trabajar, recoger a Lu de la escuela infantil y pasar la tarde con él (jugar, baño, hacer cena y cenar, lavar dientes, cuento, dormirlo).


Cuando alguno de nosotros tiene que hacer alguna gestión, el otro se queda con él. De esta manera puedo escaparme a la peluquería a darme el tinte una vez al mes, por ejemplo. El resto del tiempo, lo solemos pasar los tres en compañía. Intentamos buscar tiempo de manera individual pero al final, nos sentimos atrapados por las obligaciones. "Si tengo un rato libre, paso por el super y compro x", "voy a pasar la aspiradora", "me depilo las piernas" o incluso "aprovecho para adelantar trabajo del curro" (este último es el peor, pero nuestro futuro laboral depende mucho de trabajar fuera de las 37.5 h de nuestro contrato).

Ese ratito de ocio del que tanto hablan los expertos, ese tiempo dedicado a la pareja a solas, prácticamente es inexistente. Y son más dos años así.

Aunque mi marido colabora o hace tareas, al final la mayor parte recae sobre mi. Lu se acostumbra a quien le suele hacer las cosas, así pues mamá le cambia el pañal, mamá le viste, mamá le da la comida, mamá le baña... Y papá, no. Ya lo deja él muy claro.
Son algo más de dos años. La cosa, por supuesto, ha mejorado. La dependencia cada vez va siendo menor y al menos ahora nos permite estar unos pocos minutos sentados en el sofá leyendo o mirando el facebook en el móvil.

Tal vez este verano, podamos escaparnos y tener un día entero para nosotros, sin hacer gestiones, sin tareas, sin obligaciones.
Y sino, tendremos que seguir esperando.

En la foto, Lu.

viernes, 15 de junio de 2018

Evolución del sueño: ¿de verdad duerme del tirón?

Cuando empecé este blog hace unos meses ni si quiera imaginaba que a día de hoy iba a estar contando que Lu duerme ya casi siempre del tirón. Estaba desesperada: demasiado tiempo despertándome continuamente, demasiados meses sin poder descansar, ni las noches ni mañanas. Escuchando muy a mi pesar como amigos que ya van por su segundo hijo te contaban que los dos niños dormían a los 6 meses del tirón (u otros que a esa edad se despertaban una o dos veces), observándoles felices, sin ojeras... y yo sintiéndome machada teniendo solo uno, porque con año y medio me seguía levantando cinco veces en la noche.

¿Funcionó el Método Pantley? ¿fue que se hizo mayor? ¿le conseguí quitar el pecho? ¿fue el cambio a su habitación?. Supongo que fue todo un poco, se juntaron varias o todas estas cuestiones a la vez. Ya sabéis que cada niño es mundo, por lo que yo solo cuento mi experiencia. Pero soy feliz de contaros que mi hijo, con dos años y tres meses duerme ahora casi todas las veces del tirón. Pensé que, según el ritmo pasado que llevábamos, esto no se iba a producir hasta al menos los tres años.

Desde luego, en mi caso, sacarle de nuestra cama y darle su espacio empezó a mejorar la situación. Al principio se despertaba las mismas veces y para mí era peor. Ya no lo tenía a mi lado y tenía que levantarme, recorrer el pequeño pasillo, entrar en su habitación y tumbarme con él. Y después una vez que se dormía de nuevo (en 5, 10, 30 minutos o a veces una hora) volver de nuevo a mi cama. Pero poco a poco empezó a pasar de siete despertares a cinco, y después a cuatro. Seguían siendo muchos para ir de aquí para allá de madrugada.

Tanto la primera vez que le dormía, como las siguientes, intentaba no darle el pecho, o quitárselo antes de que cayese completamente dormido, tal y como dice Pantley, pero era imposible. Protestaba, lloraba. La fórmula más rápida era darle la teta.

Como os comentaba en el post anterior, el siguiente paso fue que le dije a su padre que yo ya me había comido muchas noches, demasiadas, y que al menos tomase el relevo él. Es lo malo de dar el pecho. En los primeros meses la madre se lo "come" todo en cuanto a la alimentación y sueño y si quieres seguir con él, por las noches no puedes relevar en nadie. Con Lu fue imposible ponerle chupete y tampoco quiso nunca el biberón.

Mi marido se empezó a levantar por las noches. Yo le dormía la primera vez, pero después empezó a levantarse él. Creo que esto también ayudó bastante. Al principio se levantaba esas 4-5 veces y como podía intentaba dormir al bebé que entre gritos y lágrimas repetía: ¡mamá! (pobrecillo). Pero en una semana empezó a acostumbrarse a papá y "entendió" que mamá de madrugada no iba a ir. Y poco a poco empezó a despertarse las esperanzadas tres veces. Esas tres veces que supuestamente se despiertan de media los bebés a los tres, seis o nueve meses. Lu lo consiguió casi entrando en los dos años.

¿El pecho se lo quité? No. Era mi objetivo pero nunca supe cómo hacerlo y sigo sin saber hacerlo. Las veces que le dije que no, que le intenté distraer con alguna cosa, no funcionaron. Se ponía a llorar y no he soportado nunca dejarle llorar. (Sí, lloró cuando me cambié con su padre en la atención nocturna, pero su padre estaba ahí, y yo ya estaba exhausta, y nunca estuvo llorando hasta desvanecerse del agotamiento). Aún hoy sigo con el pecho, pero ya toma muy poco.

Hoy en día sigo yendo a su cama. Le duermo con el pecho y normalmente se despierta una vez o ninguna. Cuando se despierta llama a papá. Ya no llama a mamá. Papá va y se tumba con él, le da agua, le acaricia (hasta alguna vez incluso trata de jugar) y tarde o temprano, vuelve a conciliar el sueño.

¿Me desparecerán las ojeras? Aún sigo durmiendo poco, me sigo despertando varias veces, pero al menos ya duermo más y, lo que es más importante, empiezo a tener algo de vida. Incluso he vuelto a encender la TV. El niño sigue durmiendo poco: poca siesta y pocas horas durmiendo del tirón. A las 6.30 estamos siempre levantados: una personita pequeña viene y me dice: "mamá, a levantar, al salón".

lunes, 14 de mayo de 2018

Cambio de roles: ahora te levantas tú

Suena a orden, pero fue algo que "propuso" él. Casi dos años despertándome en los frecuentes despertares de Lu. Desde los 18 meses levantándome y yendo a su habitación para darle el pecho y que se volviese a dormir. Muchas indirectas-directas para intentar que asumirse un poco de esa responsabilidad, o que al menos fuese él quien se levantase antes por la mañana para que estuviera hecho el café, barrida la cocina o se hubiese duchado y vestido. Por supuesto teniendo en cuenta que mi hijo siempre ha sido de querer levantase con el amanecer, o incluso antes.

Y de un día para otro, después de recién cumplidos los dos años de nuestro hijo, me dijo, "me voy a levantar yo por las noches, a ver qué tal". Y así, la primera noche se levantó las dos veces que se despertó, la segunda tres y las siguientes entre 2-3 y en alguna rara ocasión 4. Al principio tardaba más en dormirlo, pero ahora ya suele ser más sencillo y apenas oigo gritos de "mamá" o "teta". Ahora llama a "papá" por la noche.

Me he dado cuenta de la enorme diferencia que hay entre quedarse en la cama esperando a que se relaje y reine el silencio (que suele ser poco tiempo), a levantarme hasta su cama, estar despierta dándole el pecho y volver a mi cama una vez que ha vuelto a conciliar el sueño. Parece poca cosa porque en ambos casos yo estoy despierta (soy incapaz de conciliar el sueño si le oigo), pero el descanso no es para nada igual.

Este fin de semana, Lu se levantó y su padre, que dormía al lado suyo también, porque se había estado despertando desde las 5.30 muy frecuentemente, me dijo: "¿puedo echarme un poco?". "Sí, claro", respondí. "Gracias. Despiértame en media hora". Y le dejé durmiendo prácticamente la hora entera.

Creo que ahí comprendió más mi sacrificio diario. Y mis reproches cuando le decía que era él quien tenía que levantarse a preparar el desayuno o que si se tenía que duchar debía ponerse el despertador antes porque sino yo ya me encargaba del resto de cosas de Lu antes de que él lo lleve a la escuela: desayuno, limpiar cara y mocos, sacar la ropa y vestirlo, intentar lavarle un poco los dientes, fregar cacharros del desayuno, preparar y guardar la merienda para después de la Escuela, etc.


miércoles, 11 de abril de 2018

Cumplimos dos años

Hace escasos días, Lu cumplió dos años de edad y yo cumplí dos años de maternidad. Bastante duros. De un gran shock. De pensar en muchas ocasiones "¿en qué momento se me ocurrió?".
Pero también momentos de alegría, de miradas entre nosotros, de caérsenos la baba. De miles de besos y de abrazos. Y desde que habla, de muchas risas por ocurrencias.

Pero sobre todo, dos años de aprendizaje. En los que aprendes que una madre (casi) puede con todo. Y que a veces hay que llamar a la paciencia o tranquilizarse y aprender a relativizar. Que no se puede dar todo porque no tienes el tiempo ni los medios pero que día a día una se esfuerza para intentar llevar la maternidad, la casa, las tareas varias y el trabajo al máximo. Pero que siempre puedes parar uno de esos días y decir, "hoy no pongo la lavadora, ya pondré dos en el fin de semana" o "si hoy no le apetece cenar no voy a estar volviéndome loca para que pruebe un bocado de pollo; ya cenará mañana".

Ahora te ríes de tu círculo de amigos que no son padres y que te dicen: "Hoy no salgo, necesito descansar". Ay, descansar... esa palabra yo ya no sé lo que es. Ni de día ni de noche, aunque como he ido contando, las noches han mejorado mucho.

Sueñas con vivir en tribu, con tener a alguien cerca que te eche un mano. Porque de vez en cuando echas en falta salir a comer / cenar con tu pareja. O tener una tarde libre para los dos. Porque hace dos años que no te separas ni 24 horas de tu hijo, y cuando te separaste más de 10 horas fue por trabajo. Y quisieras separarte esas horas para ese descanso del que hablo, para una desconexión mental, para ir a un spa, a un hotel, ¡a donde sea!. Y sé que si son 10 horas de ocio para mi, pensaré de vez en cuando en Lu y me preguntaré ¿estará pasándoselo bien?, ¿habrá comido?, ¿se habrá echado la siesta?... como también me lo pregunto a veces mientras yo estoy en el trabajo y él en la escuela infantil.

Los dos años han sido duros. He creído ver mi relación de pareja en peligro: cuando uno está al límite responde irascible, no se comunica y desaparece el afecto, hasta de manera verbal. Pero ahora se llevan cada vez mejor. Lu ha dejado de ser formalmente un bebé para ser un niño. Y su cara ha cambiado aunque yo le sigo viendo como un bebé. Pero corre, habla por los codos, se ríe, da y tira besos... y lo que es muy importante, comenzamos a entendernos. Ya puede decirme si tiene sueño y él me entiende cuando le pido algo. Como padres que somos, nos derretimos con él, a pesar de nuestro agotamiento y a veces de tener que lidiar con su terquedad.

En la foto, Lu hace ya varios meses en un parque. Metáfora para indicar que ya empezamos a ver la luz al final del túnel.

¿Por qué ahora?

Lu tiene casi año y medio. ¿Por qué empiezo un blog sobre maternidad, sobre mi maternidad ahora?. Porque necesito desahogarme . Lo escribo a...